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Calificar la excelencia en el periodismo científico: ¿es posible?

por | Jul 27, 2021 | Sin categoria

Análisis de Júlia P. Bauçà, lectora voluntaria de PerCientEx

Este año nos hemos reunido de nuevo una cuarentena de voluntarios para participar en el Observatorio PerCientEx 2021, con la misión de calificar el periodismo científico y, con ello, identificar qué factores y prácticas se acercan a la excelencia periodística. La colaboración ha permitido modificar, corregir y reformular la anterior red de criterios para dicha evaluación, haciendo así posible una mejor comprensión y aplicación de los mismos. A primera vista parece un proyecto sencillo de realizar; no obstante, y más allá de las dificultades particulares que tuvimos que solucionar, establecer un conjunto de criterios universales para evaluar cualquier artículo científico es en sí misma una tarea muy compleja. La universalidad sigue siendo un reto para el ser humano y la excelencia es un ideal que ni el método del ensayo y el error ha conseguido alcanzar.

La primera y más obvia dificultad que nos encontramos fue la ambigüedad o vaguedad de muchas cualidades. Es cierto que muchas de ellas, si no todas, nos parecen relativamente sencillas de identificar: por ejemplo, si se nos presenta un individuo que mide 156cm de alto, enseguida lo calificaremos de bajo; del mismo modo, si el individuo midiese 194cm, diríamos sin dudar que es alto. Esto sucede cuando las características necesarias para que se cumpla una cualidad se dan completa y evidentemente.

Sin embargo, cada cualidad es en realidad un abanico muy amplio y es aquí donde aparece la complejidad: determinar si un artículo puede calificarse de un modo u otro cuando no es evidente que lo sea o no. Usando el ejemplo anterior, si se nos presenta un individuo de 168cm de alto, lo más probable es que relativicemos nuestra respuesta a factores que no dependen directamente de la altura del mismo, como la propia estatura o la de compañeros cercanos, con la cual cosa ya no estaríamos evaluando la altura del individuo en sí mismo, sino ésta junto a muchas otras cuestiones.

El mismo problema aparece a la hora de determinar si un artículo cumple ciertos criterios de excelencia, como, entre otros, la posesión de diversidad de fuentes: es fácil afirmarlo para un artículo que basa su narración en cincuenta fuentes de carácter y procedencia distintos, y también lo es negarlo para uno que se basa en sólo tres fuentes todas pertenecientes a la misma organización. No obstante, cuando nos encontramos con un artículo cuyas fuentes son pocas, pero de variada índole, o viceversa, la cuestión ya no se reduce a decidir entre blanco y negro, sino que precisa de otros factores que ayuden a esclarecer ese gris oscuro que no sabemos cuadrar, como la actitud del periodista, los intereses del medio en el que se publica el artículo o el carácter mismo del tema tratado.

Aquí se hace patente otra dificultad: el punto de vista del lector. En efecto, si ya es difícil determinar si se cumple un criterio o no cuando no está claro, si le añadimos además que cada lector tiene sus percepciones e inquietudes, quizás opuestas a las de cualquier otro, no hacemos otra cosa que rizar el rizo. En otras palabras: es muy fácil que un artículo agrade y, a su vez, desagrade y, por lo tanto, lo es también que no estemos de acuerdo a la hora de calificarlo.

Asimismo, también debemos tener en cuenta que cada artículo es particular y único: encontrar un conjunto de criterios con el que pueda evaluarse la calidad de cualquier artículo significa dejar de lado muchas cualidades propias que, quizás, el artículo que las posee hace especialmente relevantes. No debemos olvidar, además, que cada artículo aparece en su contexto y cobra forma y sentido sólo en éste, porque relativizar los artículos según su contexto parece contrario al objetivo de este proyecto, que es encontrar criterios universales que puedan aplicarse a cualquier artículo que aparezca en cualquier contexto.

Finalmente, me gustaría añadir una consideración acerca de la cantidad de criterios. Por supuesto, no determinaremos la excelencia periodística con un solo criterio, porque la excelencia consta de muchas cualidades y no queremos ser parciales. Ahora bien, también es verdad que no todos los artículos están o no en todos los conjuntos: en muchos casos, un determinado criterio que es muy útil para calificar un artículo es, en realidad, inútil para calificar a otro. En este sentido, es fácil encontrar dos artículos que nos parecen excelentes por motivos excluyentes.

Por ejemplo, podemos valorar, por un lado, que un artículo cumple el criterio de poseer fuentes de alto valor porque, en efecto, las que posee son de difícil acceso o no mediáticas, como una entrevista con un personaje internacionalmente reconocido en un área concreta, pero al mismo tiempo darnos cuenta que, sin embargo, no posee otras fuentes. Por otro lado, podemos encontrarnos otro artículo que esté repleto de fuentes de diversa índole y que, al mismo tiempo, éstas sean de muy poco valor. El primero puede parecernos adecuado y, además, excelente a pesar de tener pocas fuentes, porque la entrevista merece mucho la pena. El segundo también puede parecernos adecuado y excelente, porque, a pesar de no haber conseguido fuentes de muy alto valor, ha logrado coleccionar muchas aproximaciones diferentes acerca de un mismo tema, lo que, queramos o no, también enriquece el periodismo. En otras palabras, ambos nos parecen excelentes, pero por razones completamente diferentes.

Por supuesto, la discusión y el debate activos entre los participantes fueron la solución a dichas complejidades: sólo obteniendo conocimiento acerca de la justificación de cada una de las opiniones pudimos encontrar unas aproximaciones de acuerdo con todas. Si bien la universalidad y la excelencia siguen siendo ideales y, por lo tanto, perfecciones inasequibles, nos iremos acercando poco a poco, refinando nuestros criterios con nuevos y enriquecedores argumentos.