Una unidad de quemados en la trastienda

El País  /  Proyecto PerCientEx (2016)

Sufrir una quemadura grave es algo que no se olvida en toda la vida. “Es un dolor indescriptible. Tan fuerte que muchas veces impide incluso gritar”. Jawahar Lal sabe bien de qué habla porque hace 50 años se quemó con el aceite hirviendo que su familia utilizaba para cocinar los dulces que sigue vendiendo en una pequeña tienda de la capital india, Delhi. “Yo era un adolescente, y recuerdo que tropecé en algún lugar y caí en una olla de aceite hirviendo. Me quemó de inmediato el costado izquierdo del cuerpo”. Acudió a varios hospitales en los que le dijeron que no tenían los medios para tratar sus quemaduras, y los que sí podían ayudarle cobraban una suma a la que su familia, de origen humilde e ingresos limitados, no podía hacer frente.