Viaje a las entrañas de una tumba del Antiguo Egipto
Fue el alto funcionario encargado del cuerno, la pezuña, la balanza y la pluma. Guardián de toda ave que nadara, volara o anduviera. Supervisor de lo que era y no era. El visir Ipi, «amigo único» del rey al que sirvió, acumuló tantos títulos antes de fallecer hace cuatro milenios como negligente fue la Historia con su memoria. Su recuerdo quedó extraviado en la árida ladera del valle que guarda el elegante templo de Hatshepsut, la monarca que fue faraón. La tumba de Ipi, encaramada en la colina rojiza de Deir el Bahari que se extiende más allá de los campos verdes en la orilla occidental de la actual Luxor, es el último legado de su nobleza.