El proyecto Periodismo Científico de Excelencia (PerCientEx) nació de las ganas de dar la vuelta a los refunfuños de muchos periodistas científicos que dicen cosas como: «qué mal está la cosa», «qué poco tiempo tenemos», «qué poco nos pagan» o «¿por qué la gente prefiere la cobra de Chenoa a mi pieza sobre la microbiota?». Estas quejas están fundamentadas. Existen evidencias y literatura académica que confirman que la cosa está efectivamente bastante mal: el periodismo científico sufre una crisis, igual o mayor que la del periodismo en su conjunto.
Sin embargo, de vez en cuando nos encontramos con un reportaje que nos ilumina, que cambia la manera de ver las cosas, o las cosas en sí mismas. Reportajes que destapan casos de malas prácticas en investigación científica, inducen debates políticos e incluso cambios legislativos. ¿Por qué no fijarse, entonces, en el vaso medio lleno? Este es el objetivo de PerCientEx: encontrar ejemplos de buenas prácticas en periodismo científico, visibilizarlos, dar crédito a sus autores, inspirar a otros periodistas, especialmente a los más jóvenes, y, en última instancia, ayudar a subir los estándares de la profesión. Esto no se puede hacer sin la ayuda de los lectores. En primer lugar, porque la definición de ‘buena práctica’ es necesariamente el resultado de un consenso. Y, en segundo lugar, porque si queremos aumentar la calidad del periodismo es imprescindible aumentar el nivel de exigencia de los lectores. He aquí el otro objetivo del proyecto: ayudar a consolidar una comunidad de lectores críticos y exigentes.
Por tanto, ¿qué es PerCientEx?
Es un proyecto de la Asociación Catalana de Comunicación Científica (ACCC), financiado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y con la colaboración de Obra Social «la Caixa». En números: 40 lectores voluntarios de todo el mundo monitorizaron los 14 medios digitales españoles de mayor difusión o innovación en 3 idiomas cooficiales, durante 11 semanas (de mayo a julio de 2016), para conformar, finalmente, una base de datos de 33 ejemplos de buenas prácticas en periodismo de ciencia, tecnología, salud y medio ambiente. El equipo director del proyecto está formado por Michele Catanzaro y Cristina Ribas, coordinado por Esther Marín, y ha contado con la colaboración de Agustín López.
¿Por qué este proyecto es importante?
En primer lugar, porque nadie lo había hecho antes: hemos lanzado una sonda a un planeta inexplorado, el del periodismo científico excelente. En segundo lugar, porque hemos aplicado a este tipo de estudios el método innovador del crowdsourcing: hemos creado un cerebro colectivo, una comunidad de lectores críticos y comprometidos que trabaja conjuntamente. En tercer lugar, porque hemos encontrado más buenas prácticas de lo esperado y donde no las esperábamos.
¿Qué queremos decir cuando hablamos de ‘buenas prácticas?
Para determinar qué es una ‘buena práctica’ hemos analizado una serie de códigos de buenas prácticas internacionales así como las características compartidas por un conjunto de trabajos de calidad: premiados con galardones de gran prestigio, destacados en libros de periodismo o antologías, presentados en congresos de comunicación científica, o financiados por entidades que promueven el periodismo de calidad.
Esta investigación nos ha servido para construir el corazón del proyecto: una tabla de criterios de selección, que ha sido la herramienta utilizada por los lectores voluntarios para filtrar las piezas candidatas a entrar en nuestra base de datos. Esta tabla recoge un conjunto de rasgos mínimos imprescindibles para que un trabajo sea tenido en cuenta: que sea noticioso, relevante e imparcial; que respete las reglas deontológicas y contraste distintas fuentes; y que sea legible y emplee correctamente las herramientas del entorno digital. Estos rasgos son necesarios pero no suficientes para pasar nuestra selección.
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Para entrar en la base de datos, los artículos seleccionados debían, además, cumplir con algunos de los siguientes criterios:
En cuanto a contenidos, los artículos seleccionados debían ser temas propios —es decir que no dependen de la agenda de las instituciones—, historias originales, temas no propios con un enfoque original, entrevistas en primicia, temas que generan cambios de mentalidad o incluso prácticos (por ejemplo, en el gobierno o la legislación). En suma, se trata de un periodismo científico necesario, no decorativo.
En lo que atañe a los métodos, los rasgos buscados son el uso de fuentes de alto valor y diversas, la explicitación de los límites, los sesgos y los conflictos de intereses, la conexión con los problemas sociales, la inclusión de los antecedentes y posibles desarrollos futuros y de las dimensiones de género, clase, edad, etnia y educación, y el abordaje de los aspectos políticos de la ciencia.
En cuanto a los formatos, el proyecto ha valorado las nuevas narrativas digitales, el periodismo de datos y la excelencia en la narración, la fotografía y el audiovisual.
En esta definición quedan excluidos muchos otros trabajos que también pueden ser muestras de periodismo de calidad. Por motivos tanto operativos como de concepto, hemos seleccionado únicamente un conjunto de buenas prácticas específicas, durant un tiempo limitado y con los recursos disponibles. Con ello queremos decir que es posible que otros buenos artículos de periodismo científico no estén recogidos en nuestra base de datos.
Al menos dos voluntarios por cada medio analizado
Tras definir los criterios de buenas prácticas, seleccionados un conjunto de medios a analizar. Nos centramos en la prensa generalista con edición digital en los cuatro idiomas oficiales en España (finalmente, el euskera quedó fuera por falta de lectores voluntarios), priorizando aquellos que tenían mayor tráfico según el indicador ComScore (en el caso de los medios en catalán y gallego usamos el OJD y el criterio de expertos). Completamos la lista con medios de menor tráfico, pero innovadores. Dado el número de voluntarios disponibles, cortamos la lista a catorce medios: en castellano, ABC, eldiario.es, El Español, El Mundo, El País, El Periódico, La Razón, La Vanguardia y Público; en catalán, Diari Ara, El Crític y Nació Digital; en gallego, Galicia Confidencial y Praza Pública. Por practicidad, nos ceñimos a los contenidos y secciones que los propios medios etiquetan como ciencia, tecnología, salud y medio ambiente.
Reclutamos a nuestros lectores voluntarios en una convocatoria difundida en listas de correo especializadas, másteres, asociaciones de comunicación científica y redes sociales (Twitter y Facebook). Los voluntarios se entrenaron bajo la dirección del equipo durante cuatro semanas en primavera, a las cuales siguieron las once semanas de monitorización, entre mayo y julio. Al menos dos voluntarios monitorearon cada medio y rellenaron cada semana un registro con su selección. También dispusieron de grupos de discusión en línea en los cuales debatieron su trabajo de selección y los artículos a incluir. Esta extraordinaria comunidad de lectores es uno de los resultados del proyecto, ya que el 90% de los voluntarios valoraron entre 7 y 10 el proyecto, y el 96,5% dijo que repetiría la experiencia.
El registro fue posteriormente filtrado por el equipo del proyecto, de modo que el conjunto de artículos seleccionados quedó reducido a treinta y tres ejemplos. En este conjunto de trabajos abundan las historias originales (como «Los miedos de una prostituta» o «El estigma de la primera generación de adolescentes nacidos con VIH»), los temas no propios con enfoque original (como «El Chernóbil italiano» o «¿Era malo por naturaleza el gorila sacrificado de Cincinnati?»), los reportajes de alto interés social (como «Un cáncer cada 10 segundos» o «Una herida de barro tóxico de más de 700 kilómetros») o las historias que explicitan las controversias y los mecanismos de la ciencia (como «Los reyes del camping usan la ciencia para tumbar una ley» o «Así sirvió mi cerebro de cobaya para un estudio científico»).
Las buenas prácticas menos frecuentes en nuestro conjunto son los temas propios (como «Enfermeras multirresistentes para enfermos olvidados», «Una unidad de quemados en la trastienda», «Viaje a la ciudad más contaminada del mundo» y «España, la mayor jaula de delfines de Europa»), el periodismo de investigación (como «Médicos públicos ganan 1,5 millones al vender adjudicaciones sanitarias», «Mi tumor se vende en el extranjero» y «Sancionado un médico por manipular datos de pacientes de hepatitis C») y las nuevas narrativas y herramientas digitales (como «Per què Catalunya crema»).
En conjunto, creemos que PerCientEx ha cumplido sus objetivos. No obstante, queda mucho por hacer. Hay que consolidar y ampliar la comunidad de lectores; desarrollar software para automatizar la recogida de noticia donde los medios no etiqueten ni sindiquen correctamente; aplicar métodos que proporcionen resultados estadísticamente relevantes; aumentar el tiempo de observación hasta alcanzar, idealmente, un observatorio continuo; divulgar los resultados en tiempo real, quizá en colaboración con algún medio. Todo esto requiere un esfuerzo organizativo y financiero que esperamos poder alcanzar. Sin embargo, que muchos de los lectores voluntarios afirmen haber crecido y aprendido a ser más críticos ya es un éxito y una motivación para perseverar.